lunes, 21 de julio de 2014

Danielle Thiery



DANIELLE THIERY



Danielle Thiéry (1947, Borgoña), conocida como la “reine du pollard” en Francia, es la escritora de novela negra con más éxito en su país. En España, se acaba de publicar Clavos en el corazón, Premio Quai des Orfevres 2013 a la mejor novela policiaca. Para Thiéry “este premio ha sido una consagración. He ganado otros premios antes pero éste tiene la particularidad de ser anónimo. No se puede trucar, como sabemos que ocurre con otros premios. De hecho, el jurado pensó que el escritor era un hombre. Cuando se anunció que había sido yo, hubo un silencio general”.


Además de escritora, Danielle Thiéry ha trabajado toda su vida en la Policía. En 1968, salieron en Francia las primeras plazas femeninas para entrar en la Brigada, y Thiéry no se lo pensó dos veces. Por fin iba a poder vivir las aventuras que desde niña leía en sus libros favoritos. De pronto, la joven policía descubrió una realidad muy diferente a la que le ofrecían los libros. Primera mujer comisaria, tiene 22 novelas publicadas, algunas de ellas dirigidas a un público juvenil.


- ¿La experiencia vital ha sido fundamental a la hora de escribir el género policiaco?
- En mi caso desde luego, aunque rectifico. Yo no he sido una cosa y después otra. He trabajado en el Cuerpo de policías 35 años y mis novelas se han ido publicando simultáneamente, la primera hace 18 años. Pero la experiencia no es fundamental para otros autores. Algunos escritores no precisan conocer todos los mecanismos de la policía, de la maquinaria judicial, de los procesos penales. Yo buscaba eso. Aprovechar mis conocimientos, mi experiencia profesional para dar cuerpo a mis libros. Escribir novela negra ha sido una elección deliberada. Para mí, significa testificar sobre algo.


- ¿La escritora nació a medida que trabajaba en este sector policial?
- Siempre he querido escribir novela negra. Desde mi tierna infancia he sentido pasión por este género. Cuando la puerta se abrió en Francia para que pudieran entrar las mujeres, en 1968, pensé que era la ocasión para mí de “vivir” esas historias y resolver los enigmas. Estaba completamente equivocada. La realidad no tenía nada que ver con lo que había leído. Pero me di cuenta que iba a realizar una actividad real, una profesión con acción, con aventuras y no morirme de aburrimiento detrás de una mesa. - Al leer Clavos en el corazón, el lector se da cuenta de que está leyendo un libro distinto a los demás. Su libro es tan profesional que, a veces, uno se olvida de que está leyendo un libro y cree asistir a un caso real, con personajes verdaderos, en una comisaria.

- Mis historias están muy cerca de la realidad. Casi todos los casos de los que hablo, están inspirados en vivencias. Luego los novelo, por supuesto. Sino, no serían interesantes. Una causa penal es una causa penal. No siempre se resuelve. Dura mucho tiempo. No suele dar lugar a una novela. En algunos de mis libros, he contado una sucesión de casos. ¿Qué cada uno de ellos da pie a una novela? Pues no. En mis libros parto de hechos reales, que yo he vivido o que me han contado, y luego elaboro un verdadero trabajo de escritura.


- En la gran mayoría de sus novelas, el personaje que resuelve los casos es la Comisaria Marion. Pero en Clavos en el corazón, estamos en Versalles, con Maxime Revel, un comisario huraño, enfermo, padre de una hija anoréxica. ¿Maxime Revel existe? ¿Ha tomado el relevo de la Comisaria Marion?
- En absoluto. A Maxime Revel no le volveremos a ver. Pero ha existido, bajo otra identidad claro. El verdadero, que también trabajaba en Versalles, era un gran fumador y también se aferraba a los casos hasta resolverlos. Podía estar años y años, como mi personaje. Yo lo veía aparecer en los archivos y decidí escribir sobre él. Entrevisté a sus colaboradores. El caso que cuento es auténtico. Este comisario pasó diez años acudiendo al mismo bar en donde se cometió el asesinato, hablando con los habitantes del pueblo, hasta que un día, alguien volvió al lugar de los hechos, que le dio la clave para acabar con el caso. Pero mi personaje Marion vuelve. De hecho, publico otro libro sobre ella dentro de dos meses. A este personaje le hago seguir mis pasos dentro de la policía.


- En su novela se adentra en la vida íntima de los personajes y el punto en común de casi todos ellos es su tremenda soledad. ¿Es esa una característica intrínseca a los policías?
- Los personajes principales tienen esa particularidad, es cierto, pero eso me ayuda a mostrar la relación que mantienen entre ellos. La comisaria Marion, por ejemplo, no tiene familia. Es joven pero sus padres han muerto, no tiene hermanos, ni abuelos, y eso me facilita el escribir sobre “su familia de substitución”, es decir sus colegas de trabajo. Cuando uno es policía acaba pasando más tiempo con los colegas que con su familia.


- Y qué me dice de sus familias, todos viven situaciones complicadas.

- La desunión de la familia es un problema que concierne a la gran parte de la sociedad, no solo a los policías. Tengo dos hijos, los dos divorciados y ninguno es policía. Han recompuesto sus familias y en Navidad nos juntamos cada año más y más gente ya que se llevan estupendamente también con los ex. Esto era algo inconcebible antes. Hoy en día, las parejas duran menos, se apoyan en otros criterios, las mujeres son financieramente independientes, la sociedad está menos sujeta a las convenciones. Las complicaciones las viven los niños en todo esto, no hay que olvidarse de ellos.


- Ya pero hay algo más que una situación especial del siglo XXI.

- Lo que si es cierto es que cuando uno trabaja en sector como el de la droga, asesinos, parricidas, etc, no es en horario de oficina cuando buscamos a “nuestros clientes”. Más bien los encontraremos en discotecas, bares, pasaremos horas en un coche con unos gemelos, mirando quién entra y quién sale. Eso es un factor un poco agravante para la vida de familia. Pero lo que más afecta a los policías son los casos a los que están confrontados. Albert Camus decía que “los policías se encuentran en el corazón de las cosas”. Es una profesión en la que no se puede omitir nada. Siempre estamos confrontados a lo mejor y a lo peor del ser humano. Uno pierde sus ilusiones, su inocencia. El jefe que tuve, nada más empezar con 22 años, me dijo “con el hombre espérate siempre lo peor y no te decepcionarás”. Uno no tiene la misma mirada. Es imposible separar la vida profesional de la privada. No se puede dividir el cerebro. Cuando uno se enfrenta a casos de parricidios y luego tiene un niño pequeño en casa es muy difícil no pensar ¿y si le pasara esto a mi hijo?


- En su novela también es muy importante la intuición de los personajes que les guía hacia el culpable.
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 Es un trabajo que hay que hacer con mucha apertura de mente. Cuando cojo el metro me encanta mirar a la gente, observarla, escucharla. Hoy en día, el trabajo es más difícil porque todo el mundo esta con sus narices en el Iphone, con unos cascos en las orejas para aislarse aun más del mundo y nadie se habla. Parecemos autistas. La intuición es un concepto, nada más. Es la experiencia que uno ha acumulado. Todo lo que uno ha leído, escuchado, sentido, olido, va a permitir esa intuición. Significa estar alerta.


- ¿Tiene usted algún clavo en el corazón?

-¡Tengo muchos! Como todos los policías. El tiempo hace bien las cosas pero, para nosotros, no tanto. Hay casos no resueltos, que se te clavan en la mente el resto de tu vida. El pensar que un culpable no ha sido sancionado. El individuo puede cometer actos graves bajo una pulsión pero lo que siempre me ha horripilado es que no reconozca lo que ha hecho. Uno no es libre hasta que no ha dicho la verdad. Para mí, la escritura me ha permitido quitar algunos clavos del corazón.

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